Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
Director: Profesor de la UCA Dr. José Antonio Hernández Guerrero
Coordinación del blog:
Antonio Díaz González
Ramón Luque Sánchez

Contacto y envío de textos:
clubdeletras.uca@gmail.com


sábado, 25 de junio de 2016

Claves del bienestar. Nuestras vacaciones.

  


37.- Nuestras vacaciones
                                                         

Las vacaciones nos proporcionan la ocasión propicia para dormir y para soñar, esas dos actividades tan eficaces y tan baratas que, al mismo tiempo, nos ayudan a descansar y a divertirnos. Las historias que protagonizamos mientras dormimos como las que elaboramos cuando estamos despiertos amplían los estrechos límites de nuestras experiencias cotidianas, nos proporcionan goces y, también, nos producen unos dolores que, en ocasiones son agudos, pero que la mayoría de las veces nos evitan las consecuencias realmente negativas de los actos que realizamos en plena vigilia: nos hacen intérpretes de acciones que, "realizadas realmente", nos harían correr peligros graves y amenazarían nuestra salud o, incluso, nuestras vidas. Hemos de advertir, sin embargo, que para mantener el equilibrio psíquico, sólo es necesario que aceptemos una condición: que marquemos claramente los límites que separan la realidad del sueño.

Les confieso que, durante los paseos matutinos que estoy realizando estos días de poniente por el Balneario Victoria, aprovecho para olvidarme durante un rato de las inquietudes y de los pronósticos que los medios de comunicación –tanto los afines al Gobierno como los más próximos a la oposición- nos hacen sobre ese futuro inmediato cubierto de densos nubarrones.

Ya que se trata de soñar, he apoyado mi reflexión en ese conjunto de valores permanentes que, como la amistad, la generosidad y la tolerancia, definen –a juicio de algunos- nuestra peculiar idiosincracia. Qué bien nos iría si esta nuestra naturaleza mestiza de tiempos y de civilizaciones, acogedora, rica, profunda, culta y universalista, equilibrada y profundamente humana y humanista, se completara con la reflexión, con la laboriosidad y con el diálogo. Sólo así construiremos una ciudad y una provincia que, sin olvidar la tradición, se encamine a un futuro que ha de hundir sus raíces en la autenticidad de un patrimonio cultural rico y vivo. Frente a una sociedad competitiva y deshumanizada, copia de los mitos televisivos, me gustaría que cultiváramos esos rasgos humanistas, solidarios e integradores que, como humus, nos alimente, como tierra fecunda nos sostenga y como clima estimulante nos enriquezca con nuevas ideas y con proyectos renovadores.

Desde una perspectiva realista, razonable y positiva, tras un análisis riguroso de nuestras posibilidades y de nuestras dificultades, deberíamos aprovechar las oportunidades para iniciar una nueva etapa que estuviera apoyada en la construcción de un entramado ciudadano, mediante la apertura de cauces de diálogo, de discusión y de debate, y a través de un diseño de vías de colaboración de todos los ciudadanos y de aquellos colectivos que tengan ganas, ilusiones, ideas y medios. No sé si, soportando el peso de los tópicos repetidos durante siglos, podremos proyectar una imagen seria, de decidido compromiso con el trabajo y con la modernidad. Tras soltar algunos de nuestros atávicos lastres, deberíamos analizar minuciosamente y desmentir con realidades muchos de esos lugares comunes y, al mismo tiempo, orientar nuestros esfuerzos por unos caminos diferentes a los del anquilosamiento y del ensimismamiento más estériles. Insisto en que imaginar también es una manera de realizar hechos y de vivir la vida. Que descanséis, amigos, y que os divirtáis. Un abrazo.


José Antonio Hernández Guerrero

lunes, 20 de junio de 2016

Junio y aún primavera

Junio y aún primavera


Entre el naranjo y el limonero, la fuente
un jazmín embaucador, da sombra
que nos obsequia con sus suaves aromas
envolviéndonos e invitando a soñar,
haciendo de sombrero de la pérgola.

 Sin querer desmerecer, aparece cada verano
al otro lado del jardín una potente dama de noche
ella huésped invitada, nos embriaga con su perfume,
un embrujo de Tita o Marilyn de los sesenta
y llegado el otoño, hallamos sus pendientes en el suelo.

Las paredes son vigilantes abiertos,
dan a otros patios, donde apenas hay sonidos
son espacios, casi desocupados, tristes
jardines verdes buscando el agua salvadora
y es que allí donde no hay flores, no hay vida.

El resto de las plantas son acompañantes fieles,
en primavera sus colores nos envuelven
a pesar de las intrusas yerbas silvestres
que usurpan, chupan tierra y agua
en un cortejo de acólitos indeseados.

La piscina nos da un resplandor necesario,
sus aguas refrescan las altas temperaturas del estío,
inventado un lugar mas agradable.
pudiéndose evitar el calor de mediodía
disfrutándola como nuestro pequeño mar

Esa paz y silencios que, se disfruta en nuestro jardín
acompañados  de la dulce sinfonía de pájaros
permite que se pueda pensar. Leer, escribir y hasta soñar
si no fuera porque esto a veces se ve impregnado,
de noticias que a diario enturbian mi paz y amargan mi té.


                Francisco Herrera López

domingo, 19 de junio de 2016

Homenaje a los hermanos Murciano

Durante los próximos días 22 y 23 de junio se celebrará en Arcos de la Frontera un homenaje a los poetas Antonio y Carlos Murciano. Intervendrán en sendas conferencias el director del Centro Andaluz de las Letras D. Juan José Téllez y los catedráticos Dª Mª del Carmen García Tejera y D. José Antonio Hernández Guerrero. Será en la Capilla de la Misericordia.  










sábado, 18 de junio de 2016

Las claves del bienestar. Pasear.





36.- Pasear

                                     
Este fin de semana –queridos amigos- me he limitado a dar un “paseo gaditano”: he repetido ese recorrido circular que empieza en la Plaza de San Juan de Dios, sigue por la calle Pelota, por la Plaza de la Catedral, por Compañía, por la Plaza de las Flores, por la calle Columela, por El Palillero, San Francisco, calle Nueva, y termina nuevamente en la Plaza de San Juan de Dios.

En esta ocasión, mi propósito no ha sido cultural ni comercial: este trayecto no me ha servido para repasar nuestra historia, no me he detenido bajo los toldos del Corpus a contemplar esa mezcla de estilos neoclásico e isabelino del suntuoso edificio de nuestro Ayuntamiento, ni me he sentado en uno de los bancos para escuchar las campanadas de “El amor brujo”, esa melodía de Falla con la que su reloj nos marca las horas. He pasado de largo por delante de la Catedral sin fijar mi atención en su fachada para identificar cuales son sus elementos barrocos, sus rasgos rococós y sus componentes neoclásicos.

Tampoco me he entretenido para disfrutar con la variedad de plantas que se exhiben en esa encrucijada florida en la que desembocan las calles más concurridas y comerciales de nuestra Ciudad y en la que, histriónicamente, se luce la otra casa “colorá”, el corpulento edificio de Correos de estilo regionalista con algunos matices modernistas. No me he parado ante los escaparates deslumbrantes en los que se exponen los nuevos modelos de la moda de verano y los últimos saldos de las rebajas del mes de junio.

Me he limitado a pasear tranquilamente observando los vestidos, los andares, los gestos y las expresiones de los que por allí transitan y que, presurosos, se dirigen a efectuar algunas compras o a realizar gestiones burocráticas. Me ha llamado la atención de manera especial cómo el ritmo de los que se acercan a esta plaza es sensiblemente diferente del de los que emprenden el camino de regreso: ¿será verdad –me he preguntado- que la meta final de todos nuestros recorridos vitales sea regresar al punto de partida?

Tengo la impresión de que los sucesivos impulsos que experimentamos a lo largo de toda nuestra existencia nos empujan, paradójicamente, para que regresemos al claustro materno, a nuestro primer hogar, a nuestras primeras sensaciones y, en definitiva, al alejamiento del mundo y al silencio, a la quietud y a la desaparición. Emprender el camino del regreso es una de las maneras, quizás inevitables, de dirigirnos al futuro. Si penetramos en el fondo íntimo de nuestras aspiraciones más profundas, podremos comprobar cómo permanecen agazapadas muchas de las experiencias de nuestra niñez. Regresar al futuro es, más que una ingeniosa paradoja, una explicación elemental del sentido de nuestros deseos.


En más de una ocasión me habéis preguntado –queridas amigas y amigos- si la vida es un viaje en busca de un destino, una aventura hacia un mundo desconocido o un mero paseo de recreo. Aprovecho esta oportunidad para deciros que, en mi caso al menos, la vida es un recorrido esperanzado de encontrarme con algunas de esas personas que, cómo vosotros, me revelan mi propia imagen. Estoy plenamente convencido de que algunos encuentros encierran semillas fecundas que, si las cultivamos con esmero, germinarán y nos proporcionarán cosechas abundantes.


          José Antonio Hernández Guerrero

miércoles, 15 de junio de 2016

Desafíos Universitarios/16. Internet Centrismo.


Desafíos Universitarios/16
Internet Centrismo

PARA situar adecuadamente mis siguientes afirmaciones sobre los riesgos del Internet, tanto en la investigación como en la docencia universitaria, advierto desde el principio que reconozco sus ventajas por la rapidez para acceder a informaciones, por la facilidad para establecer intercambios de experiencias, por su capacidad para guardar trabajos y por su comodidad para manipular y procesar datos. Declaro, por lo tanto, que no lo considero un obstáculo, pero me permito señalar que, si lo utilizamos de manera exclusiva y como el solucionador de todos los problemas científicos, económicos, sociales, políticos y culturales, puede traicionarnos llevándonos por sendas erróneas. En mi opinión, sus principales peligros se sitúan -aún más que en su uso inadecuado- en la exagerada convicción ideológica de que es la gran revelación sobre los comportamientos humanos y sobre el funcionamiento del mundo.

Para evitar tales riesgos propongo que realicemos los análisis pertinentes aplicando los principios y los criterios metodológicos que nos proporcionan las Ciencias Humanas, en especial, la Sociología, la Psicología, la Historia y la Antropología. No rechazo, por lo tanto, el uso del Internet sino que, siguiendo a algunos autores como, por ejemplo, Morozov, sugiero que lo empleemos integrado en un proyecto más humano que trascienda la estrecha mentalidad tecnológica y que -evitando una visión reduccionista- admitamos que existen otros caminos metodológicos e instrumentales que incluso orientan la reflexión sobre la eficacia de internet para lograr el desarrollo humano personal y social.


En mi opinión, la adicción creciente a internet puede explicar la progresiva disminución de las visitas a las bibliotecas para hojear esos tomos robustos y polvorientos, mientras que permanecemos casi todo el tiempo asomados a estas ventanas luminosas y multicolores de los ordenadores. Algunos de los que aceptan el "internet-centrismo" como su único amo y como su "todopoderoso" señor han olvidado de cómo era el mundo antes de Google, Facebook o Wikipedia. Internet es, efectivamente, otro instrumento más, otra herramienta útil, otra fuente complementaria de información pero a condición de que no evite el contacto físico con los libros de papel, no impida la comunicación personal con los científicos ni las conversaciones con los artistas, y no sustituya las visitas a los espacios culturales como, por ejemplo, las bibliotecas, los museos, los locales de cine, los teatros, las salas de conciertos musicales o las galerías de pintura.

       José Antonio Hernández Guerrero

Artículo publicado en Diario de Cádiz (Actualizado 13-6-2016): 



domingo, 12 de junio de 2016

Claves del bienestar. El porvenir.




35.- El porvenir
                                       
Los profesionales de la información conocen la avidez con la que los lectores nos preguntamos por el pasado y la ansiedad con la que nos inquieta el futuro. Esta curiosidad es comprensible si tenemos en cuenta que el presente de cada uno de nosotros es el resultado de unas fuerzas irreprimibles que vienen de un pretérito y que nos impulsan hacia un futuro. El nacimiento no ocurre sólo al comienzo de la vida y la muerte tampoco sucede sólo al final de nuestra existencia terrena, sino que son unos episodios que se repiten de una manera diferente y de una forma renovada instante tras instante. Eso es lo que quiere decir "existir": vivir es estar renaciendo y muriendo continuamente.

Pensar en el pasado o en el futuro es vivir de una manera diferente el presente. Es cierto que el pasado despierta interés general y, por eso, la historia y las historias siempre han constituido el objeto de la atención de la mayoría de mortales y del estudio de la minoría de historiadores. Pero también es verdad que, de manera consciente o inconsciente, la curiosidad por el pasado está determinada, en gran medida, por la profunda inquietud que produce el futuro siempre incierto.

Cuando leemos informaciones de ciencia, de filosofía, de historia, de literatura o, simplemente, cuando hojeamos las diferentes secciones de la prensa, en realidad lo que buscamos ansiosamente son pistas que nos orienten en el complicado laberinto del tiempo; las noticias son las claves que nos ayudan a pensar, a imaginar y a intuir la enredada madeja del mañana; son presagios que nos disponen a inventar, a crear, a calcular, a pronosticar y, en definitiva, a controlar el futuro.

Decía Peter Handke que no somos otra cosa que preguntas contundentes y vivas, interrogantes repletos de las dudas inquietantes que provoca la propia existencia. Somos preguntas anhelantes, miradas inquietas y soledad en medio. Por eso la sorpresa, los oráculos, los planes, los programas, los proyectos, los presupuestos y los anuncios de los periódicos alimentan nuestras esperas y nuestras esperanzas. El futuro de la ciencia, de la filosofía, de la técnica, de la sociedad, de la religión, de la literatura, del arte, de la economía, de la política, de la moral o de la medicina son los asuntos que más nos interesan en el momento presente.


La verdad es que estamos en este mundo real y en otros imaginarios: el que recordamos y el que anticipamos, proyectamos e imaginamos, el que no está aquí y el de mañana; estos mundos irreales nos estimulan y confieren sentido, en la doble acepción de la palabra, a muchas de nuestras actividades cotidianas.                                        

José Antonio Hernández Guerrero

Primavera en la ciudad, en el pueblo y en la mar





Primavera en la ciudad, en el pueblo y en la mar

Ante la ciudad dormida, y bajo la luna sedeña, el alma sueña en la noche de plata, y siente con emoción, cómo al clarear el día, crepúsculo del cielo sobre los malecones, el alma y el cuerpo se transforman.

Palomas posadas en el drago, y un cielo radiante, luminoso, de intenso añil, despierta a la ciudad cuando la bruma se deshila en la mañana, y sus templos fenicios, reposan transparentes, sumergidos en diáfanas claridades.

El sonido del mar, tamiza el aire en notas sublimes, y puras, y en la danza de sus olas, al subir en espiral, mueven las conchas al ritmo de sus crótalos.

Tarteso labró sus contornos de diosa, y el color se hizo verso en el templo de Malkart, cuando el mar acarició su cintura.

Su arena, es suspiro húmedo de los vientos que la mecen, y en el cielo danzan las gaviotas con el aire de sus vuelos.

Sus gentes, la visten de oropeles cuando arrancan los velos del invierno, y la muestran firme, y altanera, como su diosa.

Cuán vieja eres… y. qué hermosa reapareces en primavera. La armonía de tus calles seduce en la blancura, y el aire salado de tu mar embriaga.
Nublada la mirada en su horizonte, y perdido el iris en su marina, una vez más la ciudad, escucha la promesa del mar.

“Ya es primavera en la ciudad, despierta y prepárate para el estío” le canta el aire al mar y los dos a la ciudad.



María Dolores Álvarez Crespo




sábado, 11 de junio de 2016

El sombrero rojo





El sombrero rojo

El reencuentro desde la alegría de volvernos a ver.

¿Cuantas veces en tu vida, deseas de corazón ver a alguien y disfrutar de su compañía?

Han transcurrido más de cuatro décadas, casi sin darnos cuenta y allí estábamos todas.... Nos fuimos recibiendo y empezaron a fluir los recuerdos, los rasgos de las caras, las miradas, las sonrisas, las voces, todo igual que si hubiéramos despertado instantáneamente en nuestro cerebro algo que llevaba dormido mucho tiempo.

Todas hemos tenido una vida diferente, destinos alejados, vivencias distintas, unas felizmente casadas, otras solteras.... Ya, algunas, con el privilegio de ser abuelas y de sentirnos orgullosas de nuestras familias.

El deseo expresado por algunas de nosotras, hace algún verano, en una conversación de varias horas, de tener el propósito de reunir a las compañeras que estuvimos estudiando durante tantos años el Secretariado en la I.P.G de Cadiz, se hacia realidad.

Entre unas y otras localizamos a las demás, ardua tarea aunque no imposible, y de la que nos sentimos muy satisfechas, ya que hemos reunido a más de cuarenta compañeras en muy breve espacio de tiempo.

Alegría, emoción, cariño, besos y abrazos entre todas, recuerdos y más recuerdos, llegó el día esperado, casi mágico, donde nos sentíamos nerviosas desde la víspera, tal cual, un acontecimiento importante en nuestras vidas se fuera a producir y con la misma sensación que teníamos cuando volvíamos después de las vacaciones, deseosas de contar nuestras aventuras del verano o al salir al recreo cada día.

Añoranza por las que no pudieron estar físicamente con nosotras pero si desde el corazón y a las que recordamos con todo nuestro cariño, como si estuvieran a nuestro lado.


Para todo ello un símbolo, el sombrero rojo o la mirada femenina en su espejo, desde la niñez que se ve como La Bella Durmiente o cómo una reina, pasando por la juventud hasta llegar a la madurez,  donde cuando se mira en él,  se dice "¡Por fin soy yo!" entonces sale, aprovecha la vida y  conquista el mundo. Todas hemos decidido ponernos el sombrero rojo.


            Milagros Pozo

viernes, 10 de junio de 2016

Crítica a la homeopatía, elogio a los homeópatas.

    




 Crítica a la homeopatía, elogio a los homeópatas.



Si bien es cierto que la homeopatía no se basa en los fundamentos científicos de la medicina convencional y que su eficacia es continuamente cuestionada, muchas personas que han superado sus dolencias y algunos profesionales de la Medicina siguen insistiendo: “Ciencia o no, la gente se cura”

La Homeopatía sostiene que aquello que provoca la enfermedad, a dosis muy atenuadas, también puede combatirla. Este principio, parecido al de las vacunas, es la columna vertebral de esta ciencia (o pseudociencia, según sus críticos) desde hace ya dos siglos.

Recientemente, las Universidades de Barcelona y Valencia han suspendido su Máster de Homeopatía por falta de rigor científico, ya que la comunidad médica mayoritariamente atribuye estas supuestas curaciones a la autosugestión del enfermo –el llamado efecto placebo- o a las propias defensas del organismo, por causas ajenas al tratamiento. No puede ser de otra manera –sostienen- ya que la dilución del principio activo es tan alta que su presencia es químicamente indetectable en los medicamentos homeopáticos.

Pero muchas opiniones, algunas muy prestigiosas, defienden que la Homeopatía sigue curando. Propongo algunas razones que pueden explicar este éxito en determinadas  dolencias, como alergias, problemas de piel, dolores crónicos o desórdenes alimentarios. Primero, el acercamiento del médico al paciente desde una perspectiva integral, averiguando su modo de vida: costumbres, ejercicio, dieta, preocupaciones... En largas entrevistas, los buenos homeópatas establecen un diagnóstico certero, imposible de conseguir en las breves citas de la medicina convencional, que además suele abusar de su enfoque compartimentado tratando los distintos órganos del cuerpo como elementos independientes. Segundo, se recomiendan cambios en hábitos, posturales, dietéticos, incluso mentales.

Finalmente, se recetan ciertos comprimidos, probablemente inútiles desde el punto de vista científico, que provocan en las personas enfermas una confianza crédula, de efectos benéficos, y en algunos casos, espectaculares. 


            Agustín Fernández Reyes           

jueves, 9 de junio de 2016

La historia de Andrés




                                                  La historia de Andrés
        

Andrés siempre fue un buen hijo. Desde que murió su padre le cambio la vida; ya que dejó los estudios, aquejado por una terrible depresión, y perdió la beca y, con ello, la oportunidad de seguir estudiando. Su madre era una mujer mayor y no se encontraba bien de salud. El tenía que ayudarla en la casa, y, como la economía no era abundante, los fines de semana trabajaba por las noches en un restaurante; pero su estado de ánimo le hizo inclinarse a las malas compañías, y a sentirse atado a su madre, al no tener la libertad  que le reclamaban los otros. De este modo, fue amasando como una especie de rencor en su alma e inconscientemente, a veces, vituperaba a su madre. Aunque, eso sí, no permitía que nadie le hablara mal de ella; ya que siempre le tuvo  un gran respeto y una gran admiración, porque ella había salido ilesa siempre de todos los baches por muy profundos que fuesen. Pero la muerte de su padre la había destrozado y él lo sabía, y tal vez fuera esto lo que no le perdonaba, que precisamente ahora, cuando más necesitaba de su fortaleza y de su apoyo, ella se hubiese rendido a la vida, y no quisiera luchar. Porque para él su madre siempre había sido una mujer vehemente que lo había llevado todo para adelante con alegría y optimismo, y  nunca le había gustado la veleidad de las personas. Por eso, cuando nació de forma casi  inesperada por su avanzada edad; ella le dijo a su marido: “No quiero que vayamos a malcriarlo con exceso de mimos, para que el día de mañana no sea un niño caprichoso e inseguro. Deseo que crezca siendo  fuerte y sano en todos los aspectos, para que sepa valorar las cosas de la vida, y enfrentarse a ella”. Al recordar los deseos de su madre, Andrés sintió una gran tristeza, y una sensación de vacuidad en su interior que le angustiaba.  Se dijo a sí mismo, que tenía que mejorar como fuese, y empezó por apartarse de  las malas compañías; ya que uno de sus colegas  -como se llamaban entre ellos- le había dicho que no aguantaba más a su vieja y que la iba a llevar a una casa de acogida, que había encontrado para las personas sin familia. Andrés, al escucharlo, sintió una gran tristeza, pues no comprendía cómo podía haber seres humanos tan viles, que no les importaba abandonar a sus mayores en cualquier lugar,  sin preocuparse por sus sentimientos. Aquella noche tuvo una pesadilla, y soñó que la madre de su amigo estaba tan mal cuidada que había cogido no se sabía qué enfermedad virulenta. Se despertó tan inquieto, que se levantó y fue al cuarto de su madre y se sentó un momento


a su lado para escucharla respirar. Se acordó de una vez que estuvo enfermo dos semanas, y  ella  no se había movido de su lado. Alzó la mirada, y se encontró con la mirada de una antigua fotografía de su padre, y con los ojos le prometió que cuidaría siempre de ella y que cambiaría de vida; pues,  en los últimos meses, se había vuelto algo voluptuoso con las mujeres. Así que empezó a alternar con otras personas y a cuidar más su aspecto y su higiene. Conoció a una chica que le cautivó desde el primer momento  por su dulzura, por su prudencia  y por la calidad humana que demostraba tener; ya que estaba en una ONG ayudando a los más necesitados. A partir de ahí, sintió que una fuerza extraña lo estaba invadiendo, y que no sólo tenía la necesidad de hacer algo por los demás; sino que, además, era feliz cuando los más desvalidos lo eran, y se sentía morir cuando no se podía hacer nada por ellos.  Esta experiencia le había cambiado la vida y le hacía sentirse más humano, y más acorde consigo mismo. Se dio cuenta de que la vida era muy hermosa, cuando las personas no sólo se amaban a sí mismas; sino que se preocupaban y amaban más a los demás, dándoles lo mejor de sí. Y todo se lo debía a Ángeles, la mujer que le había dado cierto fulgor a su vida. Como se había vuelto un hombre muy pertinaz ante el deseo de  mejorar, poco a poco se fue convirtiendo en la vértebra de la organización con la alegría y la admiración de ella. Y aunque sabían que no podían cambiar el mundo, juntos intentaron mejorarlo, y además cuidaron de su madre y se dedicaron a visitar y animar a muchos ancianos abandonados. Y Andrés se dio cuenta de que su vida se la debía a ella y que sin ella, ésta ya no tendría ningún sentido. Desde entonces comprendió que se había vuelto un  hombre  más  vulnerable, pero  más fuerte  al  mismo tiempo. Y todo gracias al amor  de esa hermosa mujer con  la que vida le había recompensado. Con el tiempo se casaron y adoptaron dos niños huérfanos, y a los tres años de matrimonio, les nació una hermosa niña a la que Andrés quiso poner el nombre de su madre, ya fallecida.  



         Mª del Carmen Rodríguez López




Ayudar a recuperar la vida





Ayudar a recuperar la vida


          Lucía caminaba por la calle con un andar resuelto y seguro, que le hacían resonar sus tacones de tal forma, que ensordecían el paso del resto de los viandantes que pasaban por allí.

          A medida que se acercaba a su lugar de destino, fue aminorando el paso y su seguridad al pisar también fue declinando, pues iba pensando en todo lo que podría conllevarle lo que iba hacer. Ella se conocía muy bien y sabía que era incapaz de no implicarse en todo lo relacionado con el bienestar de los demás, le habían dicho que en el nº 7 de la calle San Juan había un hombre enfermo y Lucía iba por si necesitaba algo.

          Se detuvo delante de la puerta y….. antes dellamar contempló el portón de entrada, lo observó lentamente, dándose cuenta de que los cerca de doscientos años que debía tener la casa, habían hecho mella enél, dejándolo inútil para el uso que fue concebido. Las capas de pinturas sucesivas que había recibido para mejorar su aspecto, estaban levantadas, rugosas y ásperas, semejándose a las cortezas que en su tiempo debió tener el árbol con que fue realizado, antes de ser sesgado y utilizado para otros menesteres que no fuera vivir. En la actualidad su deterioro era tal, que por algunos resquicios se podía ver la desnudez de su madera natural, confiriéndole estos detalles un aspecto de abandono total a la puerta.

          Esto hizo que Lucía sintiera un escalofrío al darse cuenta del habitáculo donde iba a entrar y por un momento dudó y se detuvo pensando en la “enjundia” en que se iba a meter, pero de sobra sabía que cuando se proponía algo era capaz de eso y mucho más, aunque no se podía negar a si misma lo sensible que era y como a veces llegaba a imitar la vida de un caracol durante el invierno dentro de su concha y se llevaba algunos días sin salir, pues le comía la tristeza y no quería, cuando esto le ocurría , que nadie la viera. Así que dispuesta, dio un par de golpes con sus nudillos en la puerta, pues el aldabón para llamar hacía tiempo que había desaparecido, esperó que alguien le respondiera,……  esperó….unos segundos más y por fin se abrió el portón y apareció un hombre de aspecto desaliñado, tez cetrina y mirada perdida que se presentó diciendo soy Andrés. Lucía sintió caer encima de ella una mirada hiriente, cargada de desconfianza que al igual que una flecha impulsada certeramente da en la diana, la mirada de Andrés llegó a Lucía hasta el mismo lugar donde surge la emoción.

          A pesar de que Andrés pensaba que no volvería más como le dijo con posterioridad, esta vez se equivocaba, pues al día siguiente Lucia cogió su carrito de la compra con una manta en el interior, una bata y ropa de calle, iba dispuesta a dejar la casa sin ese horrible olor que de ella emanaba. En esta ocasión nadie acudió a la llamada de la puerta y observó que estaba abierta por lo que empujó y entró. En el colchón que había en el suelo se suponía que alguien dormía tapado hasta la cabeza, por lo que Lucia dedujo que era Andrés que no se encontraba bien. Dejó todo lo que había traído limpio encima del respaldar de un sofá, pues los asientos de éste, estaban en el suelo o más bien no tenía pues solo quedaba el armazón. Limpió la casa, aunque cuanto más barría más arena caía de las paredes realizadas con piedra ostionera. Cuando hubo terminado, cogió una de las mantas que olía a rayos y la metió en su carrito, se despidió de Andrés y como respuesta, Lucia solo atisbó a escuchar un ruido que no pudo descifrar.

          Esta rutina la estuvo realizando durante tres días y la cuarta jornada cuando iba para casa de Andrés, ella sintió que una punzada de angustia le golpeaba el diafragma, y se dio cuenta de que la situación le estaba afectando, pero…..ese día no fue igual que los demás, la puerta estaba cerrada y cuando llamó escuchó -¡Ya voy!- Lucía no sabía que pensar cuando vio a Andrés aseado, limpio y con una mirada totalmente diferente a la que vio en él el primer día. Se quedó sin palabras, pero no le hicieron falta porque entonces Andrés le dijo -¡Con todo lo que estás haciendo por mí, ya es hora de que también yo haga algo!- y los dos juntos se pusieron a terminar de arreglar y quitar la arena que se acumulaba en la casa.

          Poco a poco Andrés fue cogiendo confianza con Lucía y le contaba retazos de su vida. Le comentó que era alcohólico, pero lleva meses sin beber. También le dijo que no sabía leer ni escribir, y que había tenido una infancia muy dura, haciendo énfasis en que la forma de vivir que había escogido le había ocasionado “perder la vida”. Lucía le dijo que con 52 años aun le quedaba la otra mitad de su vida y que a veces el ser humano no es culpable de la opción de vida que escoge; porque todas las circunstancias que le rodea, lecondiciona a la hora de tomar decisiones. Lo importanteAndrés es que te has dado cuenta y que quieres volver a disfrutar –le comentó ella-.

          Lucía había reflexionado en varias ocasiones, hasta donde las particularidades individuales que nos envuelven influyen en la toma de decisiones y si es así, pensaba:

-        ¿somos realmente libres?
-        ¿Qué peso tiene todo lo que habita en nuestra memoria, cuando nuestra inteligencia ejecutiva realiza un acto decisorio
-        ¿Y las circunstancias, las capacidades, el currículo oculto o talento, la familia donde nacemos? Lucía creía que realmente poco escogemos nosotros, jugando el destino una baza importante en nuestras vidas.

          Andrés había vuelto a recuperar las ganas de vivir,  sonríe y cuenta anécdotas de su juventud y de nuevo pasea por La Caleta como la primera vez que vino hace ya más de 14 años. Ambos comentan estos cambios tan positivos que se están dando él  yLucia, la chica insegura de los primeros días, ahora piensa en cuanto está aprendiendo con esta experiencia. Se ha dado perfectamente cuenta de que el trabajo a realizar para insertar a una persona como Andrés, no solo consiste en procurarle un bien físico y psíquico, “reinsertar” es devolverle a la vida que había perdido y por ende a los años que en su cabeza habían quedado en blanco de recuerdos. Lo cual conlleva un gran trabajo y fuerza de voluntad por parte de la persona vulnerable y mucha comprensión y respeto de la persona que ofrece su ayuda. Sabía que Andrés todavía tardaría en llevar una vida “normal” y olvidar tantos hábitos desarrollados para sobrevivir bajo los efectos del alcohol. Igualmente pernoctar en la calle y vivir permanentemente sin afectos le habían influido en gran manera, pero lo peor había sido perder lo más grande que tiene el ser humano: su esencia, sus sueños, había olvidado como él era, lo cual poco a poco tenía que recuperar y ser consciente de que forma parte de una gran familia que somos los seres humanos, recobrando de nuevo su  confianza en ellos, y como decía el poeta John Donne, “todo lo malo que le ocurre a otro ser humano me disminuye y todo lo bueno que le sucede me engrandece”.



Pilar Vidal Suarez

Abril 2016

miércoles, 8 de junio de 2016

Los cuentos que mi madre me contaba






Los cuentos que mi madre me contaba


Mis padres me contaban unos cuentos, que no estaban escritos en ningún libro. Sus narraciones, además de extraordinarias, tenían olor, color y sabor.

Los cuentos de mi madre eran luminosos, todo el sol de un mediodía de mayo, se encerraban en aquellas historias.

Sus fábulas, casi siempre, discurrían… alrededor de una gran mesa en medio del almijar donde la parra le daba sombra y los arriates cargaditos de flores rodeaban la casa, de pronto aparecía una alpargata, que dando un gran salto y haciendo una cabriola, se subía a la mesa y por arte de magia, aparecían unos panes blancos, crujientes y tiernos; frutas, chocolate, pasteles, miel, pollitos asados, manteca colorá, galletas, bizcochos, en fin todas las cosas buenas y exquisitas que casi yo no conocía, estaban encima del mantel. La chiquillería de la casa –que por entonces éramos nosotros, intentaba abordar aquel tesoro, atropellándose unos a otros, mientras la abuela con su delantal muy limpio y el moño muy tieso, intentaba, sin conseguirlo, poner orden en aquella tropa.

En el centro de la mesa, una gran fuente de natillas, y planeando sobre ella una mosca, que además de descarada y golosa intentaba mojar sus patitas, los niños la apartaban de un manotazo. El gato restregaba su lomo en una de las cuatro patas de la mesa mientras el pero le hacía frente ladrándole, ¡vamos que le decía con malos modos que cogiera las de Villadiego, y le dejara el terreno libre para el solo!.

El cuento duraba lo que mi madre tardaba en hacerme el peinado, pues era bastante laborioso, ya que me cubría la cabeza de tirabuzones estilo Shirley Temple, pequeña estrella de Hollywood, niña sabionda y repelente que estuvo de moda allá por los primeros años cuarenta del siglo pasado.


¡Bendita sea mi madre!, con su imaginación y cariño venía a suplir algo que en aquella época escaseaban, los alimentos.


          Consuelo Sánchez Flores

Declaración de amor a mi bliblioteca. A Rafael Cózar.



 Declaración de amor a mi bliblioteca
A Rafael Cózar
           

Yo, como tú, Rafael, también amo a mi biblioteca con una pasión desmedida, rayana en lo enfermizo y en lo obsesivo.

Yo, como tú, también defendería mis libros del fuego a costa de mi vida como tú hiciste, caro amigo.

Y es que no hay lugar más ameno, más pleno, mejor amueblado en el mundo que una biblioteca, que tu biblioteca personal que has ido modelando a conciencia, sin prisa pero sin pausa, acaudalándola con los mejores y más sabrosos mimbres que encuentras en tu caminar por librerías de viejo, bazares, mercadillos, casas polvorientas y mansiones abandonadas.

Cada libro que compone mi excelsa biblioteca es un órgano de mi propio cuerpo, un apéndice de mi anatomía, un mueble en mi mente repleta de maravillas.

Y es que mi biblioteca es el hogar de mis ojos, de mi cerebro, el templo donde honrar a mis dioses, el altar donde comulgar con mis hermanos de sentimentalidad, el cementerio donde llorar a mis poetas muertos, a mis héroes de papel impreso, el confesionario donde confesar mis pecados más íntimos y privados, la secreta estancia donde hacer el amor con mis musas y mis damas misteriosas sepultadas en túmulos de tinta fresca, el castillo donde ejercer la tiranía de mis deseos y mis utopías sin que nadie ose desobedecer mis anhelos, la cama donde gozar de mis más oscuras perversiones.

Estoy desnudo fuera de mi biblioteca. Estoy perdido allende sus fronteras. Estoy desvalido sin la protección de sus cuatro paredes. Me siento extranjero fuera de su nación, de sus límites, de su geografía reconocible. Soy un exiliado nada más salir de su lecho, un apátrida errabundo sin rumbo ni norte fijo. Un refugiado me siento en cualquier otra habitación de la casa, un sin techo que tiene que dormir a la intemperie, un indigente que no tiene qué llevarse a la boca, un paria.

Nada interesante pasa cuando salgo de su halo beatífico.

No soy persona si no tengo un libro en la cabeza.

No soy yo si no ejerzo la cultura.

Apenas seré un profesor, un viandante, un paciente, un ciudadano, un hijo, un amante, un amigo pero no seré del todo yo.

Mi biblioteca es mi cuarto, mi casa, mi barrio, mi ciudad, mi comarca, mi provincia, mi comunidad autonómica, mi región, mi país, mi continente, mi mundo, mi planeta, mi cielo, mi paraíso, mi galaxia, mi universo, mi religión, mi bandera, mi dios.


Y si existe la vida eterna vivirla quiero entera en mi biblioteca.Juan.


               Emilio Ríos Vera


   
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