Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
Director: Profesor de la UCA Dr. José Antonio Hernández Guerrero
Coordinación del blog:
Antonio Díaz González
Ramón Luque Sánchez

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sábado, 25 de julio de 2015

Hacia un nuevo humanismo. Los seres humanos, para llegar a ser nosotros mismos, necesitamos que un amigo nos explique, con claridad y con tacto, quiénes y cómo somos







                      
55.- Los seres humanos, para llegar a ser nosotros mismos, necesitamos que un amigo nos explique, con claridad y con tacto, quiénes y cómo somos
                                              


Parto del supuesto de que la amistad es un sentimiento, un estímulo, un compromiso y, sobre todo, un ámbito de comunicación más que una obligación de colaboración. Es una relación interpersonal que, basada en una afinidad espiritual, tiende a un acompañamiento vital.
El amigo es otro ser próximo y semejante que nos comprende, aunque no le expliquemos todas las razones de nuestros comportamientos; es el intérprete que identifica las claves de nuestra peculiar manera de ser, aunque no analice psicológicamente nuestro temperamento; es el exégeta que descifra el sentido profundo de nuestros pensamientos, aunque no se lo formulemos con palabras; es el experto que alcanza la razón última de nuestros deseos íntimos y llega hasta las raíces ocultas de nuestros temores secretos, aunque no haya vivido nuestras propias experiencias.
Los seres humanos, para llegar a ser nosotros mismos -sea cual sea el escalón temporal o social en el que nos encontremos- necesitamos que alguien nos explique, con claridad y con tacto, quiénes y cómo somos; necesitamos que nos diga cómo suena nuestra voz, cómo cae nuestra figura y cómo se interpretan nuestras palabras.
La amistad, como todos hemos podido experimentar, constituye uno de los factores más eficientes para fortalecer los mecanismos de defensa de la salud mental y biológica. Estudios recientes como, por ejemplo, los de la profesora  Julianne Holt-Lunstad, de la Universidad Brigham Young de Utah, en Estados Unidos, han demostrado cómo las personas que cultivan la amistad mantienen la tensión más baja, sufren menos estrés, sus defensas son más robustas y viven más tiempo. Sus análisis ponen de manifiesto que “aumenta en un 50% las probabilidades de vivir más si confeccionamos una sólida red de relaciones sociales”. No es extraño, por lo tanto, que el Papa Francisco nos anime para que establezcamos permanentes relaciones de amistad, con las cosas y, sobre todo, con las personas, y que estemos dispuestos a descubrir en ellas su sentido, sus valores y su trascendencia.

                 

                 José Antonio Hernández Guerrero



martes, 21 de julio de 2015

Sin presión



No entendía el por qué del persistente y terrible dolor de cabeza que volvía a poner en tela de juicio su estabilidad emocional.

La presión arterial le avisaba una y otra vez: ella respiraba, intentaba tomarse con calma las citas amorosas con su amante cibernético, mas aunque bajara el ritmo cardíaco, no así la sensación de una granada a punto de explotar.

No dijo nada. No quería molestar ni alertar innecesariamente, pero, algo tenía que hacer, estaba claro.

Ella sabía de concentración: durante tiempo practicó el Tai-Chi, pero la ola de calor en la intimidad de su habitación, le superaba, máxime con la pasión que ella desprendía al abandonarse en los brazos de su amado Marcelo.

Sabía... Era un tumor: el tumor de la presión que él, por sus deseos ejercía sobre ella siempre pidiendo más.

Tan solo se trataba de comunicación, pero era inútil.

Pasaron unos instantes, mientras él dormía y maquinó la solución: primero programó el vídeo para que no quedara ni un detalle al azar; segundo vistió su cuerpo de “Salomé”, danzándole a los siete velos; cantó de Esperanza Fernández, “Di, di Ana”, hermosa nana que tantas veces en las noches en que Marcelo no conseguía conciliar el sueño, ella... No podía faltar el sensual baile de bachata ni el exuberante de salsa... a la postre todos los bailes que él tanto deseaba que ella le regalara. Luego despojó sus carnes, las que cubrían su hermosa anatomía: entró en el baño y dejando la cinta encendida para que quedara constancia de su total entrega, abrió sus venas.

Murió de amor, ya sin presión.



Del libro HISTORIAS SOBRE LA LUZ
Maritxé Abad i Bueno

7/6/15

sábado, 18 de julio de 2015

Hacia un nuevo humanismo. La apática indiferencia

         

                                                                                       54.- La apática indiferencia                                          

La despiadada indiferencia con la que contemplamos las carencias que “tradicionalmente” sufre la mayoría de los ciudadanos de este planeta, y la apatía con la que recibimos las noticias de las endémicas hambres que padece la mayor parte de la población mundial, constituyen unas radiografías reveladoras de las deficiencias humanas de nuestra cultura actual. Si es cierto que los privilegiados habitantes del primer mundo no tenemos conciencia de la fragilidad y de la vulnerabilidad de los soportes técnicos de nuestro bienestar material como, por ejemplo, las energías, mucho más grave es que estos datos no nos sirvan para comprender las penurias que soportan de manera constante la mayoría de los seres humanos, y para que reaccionemos inventando y abriendo unos cauces de una mayor solidaridad. 
Las energías, en todas sus formas, nos resultan bienes tan normales a nuestras vidas que no nos suelen plantear problemas más allá de un breve corte de luz, de la subida de los precios o de los efectos de la contaminación. Las energías nos facilitan las tareas cotidianas e indispensables como extraer, depurar y distribuir el agua potable; cocinar, calentar e iluminar nuestras casas, nuestras calles y los lugares de trabajo, los centros de salud y de enseñanza; nos posibilita la comunicación electrónica, agilizan los transportes, y hacen que funcionen los equipamientos industriales, los servicios sanitarios, la maquinarias agrícolas y hasta las instalaciones recreativas.
Sin embargo, la carencia de energías, sobre todo para los dos mil millones de personas cuyas principales fuentes son la leña, el estiércol y el carbón, es uno de los desafíos que reclama unas respuestas eficaces, urgentes y solidarias de nosotros, los países ricos. Todos los días, una de cada tres personas se ve privada de las condiciones básicas de vida porque no dispone de fuentes de energía. ¿Existe -nos preguntamos- alguna esperanza para los países en vías de desarrollo?
Hemos de reconocer que el modelo de crecimiento de los países industrializados, sustentado en la demanda creciente de energía, ha conducido a nuestro mundo a una situación insostenible y gravemente injusta. Hoy día tenemos que enfrentarnos a dos retos: reducir el consumo de energías no renovables y altamente contaminantes, y conseguir unas fuentes de energías más limpias y más baratas, que sean asequibles al desarrollo sostenible de los pobres. Nuestro planeta es depositario de bienes energéticos necesarios para satisfacer las necesidades de una vida digna de toda la humanidad. En nuestras manos está la responsabilidad de cambiar los hábitos de consumo energético con un doble objetivo: el ecológico, reduciendo la contaminación y el deterioro ambiental, y el social, emprendiendo decididamente una lucha contra la pobreza mediante la expansión de las energías renovables a todo el mundo. Pero, en mi opinión, lo verdaderamente grave es que estas afirmaciones suenen en muchos oídos a mera moralina o a simple demagogia.




      José Antonio Hernández Guerrero

jueves, 16 de julio de 2015

De Flandes nos llegan picas.


Voto al cielo por el pasmo que provoca
Tamaña tribulación que nos apresa
Campeando por doquier; ya sin sorpresa
Y aún, sin alcanzar cuan nos disloca.


Desde Flandes nos azuzan a oleadas,
Con horror, descubrimos su vileza
Contemplando como pierden la entereza
Los que deben conducir nuestras mesnadas.


No son picas ni bombardas las que acosan.
Camuflada está su artillería
Emboscada entre inmensas felonías:


Las finanzas y patrañas con que osan
Extrayendo nuestra sangre día tras día
Que humillados, doblegados: nos aflojan.





Sonó así la protesta antes huera
Del otrora valentón: hoy ingeniero
Despojado en Mastrique de su fuero.


 Siendo desposeído en su patria de sustento, fue errabundo a servir por media Europa, hasta que perdido el miedo, la madurez le llegó el día en que llamó a capítulo las cuentas que tenía. Pagaronle entonces en razón de la colosal perrería y al cabo, se puso a trabajar y a vivir en dignidad sin más laureles.  



Manuel Bellido.

martes, 14 de julio de 2015

Los nombres que tuviste





Entre formas ojivales te sumerges:
en la profunda liquidez transparente,
tu historia hallo.

Serenas tus piedras hoy permanecen
bajo mis pies descalzos.

Los claroscuros de antaño habitan
en los huecos del matiz primario.

Ellas saben de las gentes
del poder y la miseria que acarrea
el ser humano.

Ellas hablan de colores
y de besos diferentes
que en tu puente su adiós dejaron...

Ojos que ven tras su mirada
nuevos puentes
de otros estilos y cargos:
les sonríen pacientes
sus aguas a lo ancho, a lo largo.


...y los atardeceres de sangre,
de viento y de escarcha traspaso
para que bajito me cuentes
todo aquello que conservas,
lo que fluye entre el caudal
de los arcos que perduran
con el paso de los años.


De los lazos
que entre la vida y la parca
quedaron,
unidos por los nombres que tuviste,
las batallas que libraste
y el amor que derramaste,
Puente Zuazo.


Maritxé Abad i Bueno

viernes, 10 de julio de 2015

Hacia un nuevo humanismo. El reparto de la tarta.




   53.- El reparto de la tarta
                                              

Los comentarios sobre la “globalización”, que en estos días repetimos en las conversaciones y en los medios de comunicación, adolecen, generalmente, de una grave -y, probablemente, no ingenua- simplificación, determinada por un desenfoque de la cuestión. No se trata, como muchos creen, de una lucha desigual entre los fervorosos partidarios y los demoníacos enemigos de la apertura de fronteras, de la democratización de las anárquicas relaciones entre los pueblos, de la universalización de la justicia, ni de la mundialización de la economía. La pugna se produce por el reparto de la “tarta”. El problema surge a la hora de responder a dos cuestiones diferentes: ¿quién la reparte? y ¿cómo se reparte? Es cierto que la “tarta” es única y que todos navegamos en un mismo “barco”, pero también es verdad que los trozos del “pastel” son excesivamente diferentes y que los camarotes del  “buque” -que para algunos es mera patera- son injustamente desiguales. La interdependencia se traduce en el hecho cuantificable de que, para que crezca el bienestar de unos pocos, ha de aumentar la pobreza de unos muchos.


Entre la riqueza del Norte y el empobrecimiento del Sur se establece cierta relación de causa-efecto, sostenida y aumentada por nuestro modelo de sociedad de consumo, que genera relaciones agresivas con el medio y produce dependencias humanas injustas desde diversos puntos de vista. Si nuestro modelo de desarrollo causa contaminación, destrucción y pobreza, la pobreza también genera contaminación y destrucción.  Las diferencias en la capacidad de destrucción entre los ricos y los pobres son abismales. No podemos perder de vista que el consumo medio de materias primas y de energías de cada europeo, norteamericano o japonés es veinte veces mayor que el de un habitante del resto del planeta. Como afirmó Indira Gandhi, “el mayor desastre ecológico es la pobreza”: un problema “global” de cuyo origen nadie es inocente.


 José Antonio Hernández Guerrero

jueves, 9 de julio de 2015

Lo sé


Sé que algún día me encontrarás desnudo,

tiritando pellejos y pómulos fríos.


Sé que algún día será el brillo de mis ojos,

el que a voces te diga mi nombre.


Sé que los puentes no abrigan,

que la sal de los ojos no alimenta

y que es rancio el sabor del olvido


Y también que algún día me encontrarás desnudo

abrazando mis rodillas con brazos delgados,


tiritando pellejos y pómulos fríos

con ojos hundidos en mares de brea

allá donde van a morirse las moscas.



Antonio Díaz González

domingo, 5 de julio de 2015

Hacia un nuevo humanismo. Humanizar la globalización.


  
                                 


          52.- Humanizar la globalización
                                               

Un informe sobre Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas adopta como eje central la necesidad, la obligación y, por lo tanto, la posibilidad de "Humanizar la mundialización". En él se denuncia que la globalización no facilita que los bienes se compartan equitativamente sino que aumenta la tendencia a la marginación, a la inseguridad y a las desigualdades humanas.

Recordemos que, si en 1960 la quinta parte de la población mundial que vivía en los países más ricos era 30 veces más rica que el quinto de la población que habitaba en los países pobres, a comienzos de los 90 la proporción había aumentado hasta 60/1 y, en la actualidad, sigue creciendo de manera imparable estas inhumanas distancias. Es un hecho constatado que, en el mundo actual, además de haber aumentado las riqueza y la tecnología, es escasa e insuficiente la conciencia de justicia, de igualdad, de solidaridad y de compasión de comunidad mundial.


Como conclusión podemos afirmar que no faltan recursos sino que escasean decisiones -colectivas e individuales- orientadas en la dirección humana adecuada. Aunque sean asombrosos los progresos de la técnica, los éxitos rotundos de la Biología y de la Medicina, los horizontes abiertos por la revolución informática y la incursión en el ámbito de galaxias remotas, no podemos perder de vista el hecho cierto de que la robotización, si no se orienta hacia el crecimiento verdaderamente humano universal, se traducirá exclusivamente en una deshumanización agostadora de la savia esencial de nuestra cultura humana.


José Antonio Hernández Guerrero

sábado, 4 de julio de 2015

El Séneca de José María Pemán o cómo leer en español “a la manera de Séneca” (II)




“Si Dios sacó un mundo de la Nada, Séneca de la ha sacado una filosofía”. Lleva razón Pemán, porque cuando alguien dice a otro “eres un Séneca”, se refiere a que es sabio por naturaleza, cuya sabiduría se la debe a la escuela de la vida y a sus experiencias. Y sigue describiéndolo como aquel “de resignación sabia, intuición rápida e inventiva innata por la que salir del paso airoso, […] aquel que no le hace falta hacer política ni ética, ni propiamente filosofía […] sino que trata de hacer hombres que vivan limpiamente y el pueblo tiene finísimos instintos para detectar a los seres humanos”.


Fue escrita esta obra de teatro en unas circunstancias históricas en las que eran imprescindibles el uso sutil del lenguaje “con el acento vaporoso de la baja Andalucía” para la emisión de pensamiento sin tachadura, en un tiempo “de reticencia celosa” en el que era necesario hablar entre “algodones de prudencia y cojines que amortiguaran a las palabras”.


El personaje de “el Séneca”, inspirado en el capataz de sus viñas de Jerez, fue interpretado por Antonio Martelo, quien murió en accidente de tráfico. Fue tal la identificación entre personaje y actor, que Pemán decidió no sustituirle dando por finalizada la serie de televisión. En pocas ocasiones se  ha sentido la pérdida a la vez de personaje y actor por el público y por el mismo autor.


El profesor Hernández Guerrero en su trabajo[1], lo describe ante todo como poeta, su poesía es “su tarea vital. Constituye su visión globalizadora y la explicación descriptiva de su existencia, Pemán es poeta porque contempla, siente y cuenta la vida como un poeta”.


Una visión globalizadora del pasado y del presente, como lo es la siempre viva filosofía de Séneca (Corduba, 4 a.C.- Roma, 65 d.C.), quien en su doctrina sobre el arte del vivir, refiriéndose a la brevedad de la vida, dejó escrito que “la vida no es breve como parece, quien hace que así sea es porque no sabe aprovecharla”, “aquel que mejor vive la vida es el sabio porque recuerda sabiamente el pasado, aprovecha el presente y dispone el futuro”. Se pueden asimilar estas palabras a la intención de Pemán con esta obra de teatro, a la que impregna de un sutil “senequismo” insertándola así en la tradición literaria española. Además hace un uso del lenguaje picarista, el de la gramática parda del pueblo, refraneros y con ese gracejo que recuerda las canciones de Andalucía. Es decir, una manera genuina de contar al mundo entre chanzas y burlas sus veras, hacer reír y dar una lección de vida, lo cual es, en mi opinión, el arte de saber leer en español a la manera de Séneca.


Pero sobre todo, Pemán dota a la obra de un significado providencial sin el que el autor no hubiese podido decir escritas “las cuatro verdades de una raza zarandeada entre la ilusión y la desilusión […] si no fuera por esta filosofía parda, aprendida durante la rabona de la niñez, la aventura de la juventud y la asentadura de la noche madura, sin ella es imposible estar anímicamente de vueltas, y tan sólo en esta tierra nuestra, solamente podríamos caminar por los trillados caminos que han marcado por siempre jamás los que tienen misión de marcar”.[2] 


Aurora Romero



[1] http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor-din/jose-maria-peman-poeta-neopopularista/html/8fa4fdae-1dd2-11e2-b1fb-00163ebf5e63_3.html#I_0_


[2] Prólogo de José María Pemán a su obra El Séneca, Granada, Biblioteca de la Cultura Andaluza, 1984. 


viernes, 3 de julio de 2015

El Séneca de José María Pemán o cómo leer en español “a la manera de Séneca” (I)



Aquella tarde de verano ante el teatrillo de marionetas, nos divertíamos con las historietas de los “cristobalitos”. Sentado junto a nosotros, un señor mayor reía al mirar nuestras risas de niños. Era José María Pemán.


Refiere María Zambrano en el prólogo de su obra El pensamiento vivo de Séneca, que «hay nombres, permanentes, clásicos, que son como la constante que mantiene la continuidad de una cultura, […] son aquellos que tienen una cierta permanencia en la popularidad y una cierta capacidad de “renacimiento entre los [autores] cultos”». Cuando Ángel Ganivet (1865-1898) se refiere al filósofo cordobés, lo hace desde su arraigo en el pueblo que “hace que sea la esencia misma de su espíritu y que tenga la virtud de revelar la realidad a sus más preclaros hijos […]”. Convencido de ello, Ganivet defiende el españolismo de Séneca, aun habiendo nacido en un tiempo donde todavía no existía el territorio que conocemos como España: “Séneca no es un español hijo de España por azar; es español por esencia”.


Nace Pemán el 8 de mayo de 1897, un año antes del Desastre del 98. Aquella España vencida, golpeada en el talón de sus torres hercúleas, veía de nuevo abierta su perenne herida: la de su identidad como país, como nación. En medio del pesimismo general, se alzaron las voces de aquellos autores españoles “senequistas”, en un intento de hacer una apelación a la personificación genuina del pueblo español. Maeztu (1875-1936) sitúa la esencia del hombre español en las ideas expresadas por Séneca Los veinte libros de epístolas morales a Lucilio, basándose en los principios senequistas de que entre los hombres no debe de haber diferencias y de la importancia del amor a uno mismo y a los demás. Deduce de ellos, que el español, cuando pierde una guerra, debe de ser consciente de que “la superioridad del vencedor no concede derechos entre los hombres, ni juraremos odio eterno ni nos humillaremos ante su éxito”. Ganivet apela al espíritu que late dentro de la tierra patria que es quien dota a sus hijos de una “fuerza madre” que los hace indestructibles: “sean cuales fuesen los sucesos que caigan sobe ti, te mantienes firme y erguido”. Esa fuerza, esa esencia que para Ganivet es clarividente, es la que inspira a Séneca –quien la recoge para sí- y “le da forma perenne como corresponde a un hombre de genio”. La obra de este autor granadino Idearium español es una profesión de fe hacia la virtualidad de la raza española a la cual debía proteger “cerrando los cerrojos de todas las puertas abiertas hacia el exterior”. Ante aquella España vencida y sin rumbo, Ganivet propone una restauración espiritual aplaudida por Unamuno, quien, para su personal interpretación de nuestra intrahistoria, da una importancia primordial al sustrato primitivo ibérico en el que late intacta “la sustancia del pueblo español, lo íntimo de la raza española” a la que compara como una “roca viva” y que, según él, no han podido cuartear ni fenicios, ni griegos, ni romanos ni árabes.


El grito más agudo, desde la perspectiva contraria a estos que se creían legítimos hijos de esta tierra prometida, lo pronunció Américo Castro (1889-1972) en su obra La historia de España (1954), donde afirma que Séneca no les debe nada a sus paisanos cordobeses, que en tiempos de Nerón eran romanos, provincianos de Roma, y no españoles y si no, “eran algo informe e inasible”.


Menéndez Pelayo (1861-1921), desde una postura más objetiva y conciliadora, recuerda en su obra La ciencia española (1929), la influencia de Séneca en la moral práctica española y en su filosofía trascendental por su afirmación sobre la inmanencia de Dios en el fondo del alma humana, así como la influencia de proverbios y aforismos en autores del siglo XVI y XVII como Quevedo, “el gran senequista” y Gracián.



Ante esta creencia y querencia secular de que los españoles somos los depositarios legítimos del espíritu de Séneca, Pemán, al igual que María Zambrano, debió de considerar que Séneca representa de dulcificación de la razón, mediadora entre la esperanza y la desesperación. La razón como consuelo y remedio frente al desvalimiento ante la adversidad del vivir: “es nuestra necesidad, nuestra indigencia moral, la que activa la filosofía siempre viva del sabio cordobés”. Pemán lo demuestra en su obra de teatro El Séneca en la que, al margen de la importancia del dogma escrito, del legado de la cultura de los cultos, está el dogma vivo o la cultura del pueblo, en la que junto a un instintivo conformismo español de resignación ascética, se da el espíritu de lucha por sobrevivir, a veces adentrándose en el picarismo pero “si se hace con réplicas nobles, el dominio sobre sí, la tranquilidad del ánimo que nada anhela desde la pobreza del orgullo, desde la amistad y la clemencia, convierten al hombre humilde y vulgar en sabio por su propia voluntad”.





Aurora Romero

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